miércoles, 25 de marzo de 2009

EL TITIRITERO

muñeco

En un tiempo pasado los niños y adultos acudían a aquel teatro para entretenerse viendo como aquellos títeres desfilaban por el escenario dirigidos por el mayor titiritero del mundo. Los niños sonreían y los adultos reían y aquel titiritero disfrutaba con el público.

Pero un día aquel teatro cerró y aquel titiritero cayó en la misma tristeza que la ciudad, refugiándose en aquel teatro que poco a poco quedó viejo y oculto entre las calles de aquella oscura ciudad.

Pasaban los años y en la ciudad comenzaban a desaparecer niños hasta que el número aumentó la gente dejó de tenerlos por miedo. Solo quedaba el pequeño Charlie al cual no se le permitía salir de casa. Pero un día harto de esa prisión que tenía como hogar huyó y tras esquivar a la policía se ocultó en el viejo teatro.

Todo estaba húmedo y llego de goteras, el polvo coronaba cada rincón del viejo palomitero que aun conservaba maíz en su interior. Los pasos sonaban en toda la entrada principal hasta que pronto crujió la puerta que daba acceso al patio de butacas tras ser abierta por el joven niño. Todo estaba alumbrado por pequeñas velas en los laterales, alguien las había encendido. Según se acercaba al escenario un olor nauseabundo fue aumentando. Unas figuras estaban sentadas en el escenario y unos hilos iban hasta el techo. Charlie corrió entusiasmado para ver aquellas marionetas, pero aquellos títeres eran muy reales, salvo los ojos de plástico y las cuerdas el resto era carne humana embalsamada cuidadosamente en algún tipo de líquido. El niño retrocedió aterrado y un fuerte golpe lo hizo caer inconsciente.

Despertó mareado, tenía el cuerpo cubierto de aquel líquido y un fuerte dolor recorría sus brazos y piernas. Tenía clavados y cosidos cuerdas como las de los títeres que había visto antes. Ante él se alzaban cientos de niños como él carentes de vida y colgados de más hilos. El dolor volvió a ser fuerte, algo tiraba de sus ojos, unas pinzas los arrancaban como si fuesen las piezas de un juguete. Su cuerpo no podía moverse, el dolor era insoportable y la sangre caía por su rostro mientras unos ojos de plástico eran colocados en las cuencas vacías. Su cuerpo comenzó a moverse y una risa resonó en lo alto, una carcajada de locura y alegría, la alegría de aquel demente titiritero, su obra estaba terminada.

1 comentario:

Lara Karou Duchannes dijo...

Es oscuro, es clásico, es terror. Me gusta :)