martes, 24 de marzo de 2009

EL LOBO

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Es una criatura solitaria, vaga por la noche sigiloso y sin dejar a penas constancia de su rastro. Como un alma en pena, busca su vida, una vida en la oscuridad, una vida donde sobrevive el más fuerte, pero sobre todo una vida donde la soledad es su principio y su fin.

Aquel lobo miraba esa noche el bosque, escudriñando cada detalle en aquella gran mancha negra que se alzaba ante el. Su olfato indicaba peligro, otros lobos seguían su rastro. Su endebles patas a penas podían caminar tras varios kilómetros corriendo pero pese a todo saco fuerzas de flaqueza y siguió adelante. Aquella carrera no era solo por huir de la manada, era una carrera por su vida, un segundo para respirar suponía no volver a poder hacerlo. Pero pronto se detuvo, era inútil seguir huyendo de la muerte, todos morimos algún día, así que decidió no malgastar mas fuerza y esperar su muerte viéndola venir de cara y no a la espalda como un cobarde.

La manada lo rodeó, todos asomaban sus afilados dientes mientras sus ojos enrabietados clavaban su mirada en aquel joven lobo. Eran cuatro, tan solo uno habría bastado para acabar con su vida, pero sin embargo quisieron asegurarse de que aquella noche era la última de aquel rebelde. Rebelde por no querer acatar las ordenes del jefe de la manada, nadie debía oponerse o sabe que su destino era el que estaba apunto de recibir aquel temeroso animal. No tardaron en lanzarse sobre él y cayendo de un lado a otro pronto su cuerpo se llenó de heridas mientras aquellas cuatro fieras se divertían.

Pronto aquel miedo desapareció, aquella manada había mandado que matase junto sus cuatro compañeros al ser que más amaba por desobedecer criar cachorros con el jefe. Él se negó y aquellos cuatro acabaron con su vida. Una nueva negación había hecho que quisiesen ver correr sangre, la suya, pero esta vez lucharía. Estaba harto de que las negaciones ante el poder fuesen castigadas y de no correr libre sin tener que dar motivos a nadie. Esta vez no se rendiría, pronto saltó y mordió uno de los cuellos de sus compañeros haciéndolo caer al suelo tiñendo se color rojo la hierba que en aquel momento apenas se distinguía, poco duraron los otros dos que asustados por su mirada fueron débiles y tuvieron el mismo destino, bajo una mirada de libertad, sin miedo.

El lobo corrió entre los árboles hasta llegar a un acantilado de aquel valle, la noche y sus estrellas se abría ante él, un mundo libre, para una vida libre que sin miedo lucho contra la opresión. Entonces el lobo aúlla, lo hace por su amada, lo hace a la luna, lo hace por su soledad.