El agua esta fría, la angustia es total, ya no aguantaré mucho. Las fuerzas son cada vez menos, el océano parece cada vez más inmenso y mis esperanzas de seguir vivo cada vez son más escasas. Llevo varios días sin poder comer, sintiendo como mi cuerpo se debilita sin nada que llevarme a la boca aguantando tormentas y grandes mareas. La soledad en el océano llega a asustar a la persona menos temerosa del mundo, tan solo tú y una inmensa masa de agua que parece no tener fin. Lo peor es cuando cae la noche, el agua se vuelve oscura, no ves nada, solo agua y una enorme oscuridad que se prolonga durante kilómetros. De pronto una luz de esperanza, el sonido de un motor se expande rápidamente por el agua, un barco de rescate, al fin podré comer, al fin estoy salvado. El sonido cada vez es mayor y pronto el barco llega a mi altura, los focos comienzan a buscar entre los restos de la embarcación y pronto un buceador se sumerge en el agua para escudriñar entre los restos. Por fin, después de aquel naufragio mi salvación llega tras semanas sin comer. El buceador se acerca, lo noto, cada vez más cerca, y en el momento que menos espera salgo ante sus ojos, su rostro tapado por el traje y las gafas de buceo no deja de ocultar gran terror, mis dientes se abren y en pocos segundos comienzo a disfrutar de mi manjar. Por fin salvado, por fin algo de comida.
domingo, 23 de enero de 2011
domingo, 9 de enero de 2011
El rincón maldito. Parte 2
El sol se había puesto ya a esas horas. Ignis descansaba sobre su lecho fabricado con hojas del bosque. Un murmullo recorrió el lugar y rápidamente se levantó en busca del sonido en la oscuridad. El murmullo de nuevo resonó, cada vez más fuerte hasta que de golpe llegó a su oído "morirás". Ignis se volvió rápidamente con su espada desenvainada, pero allí no había nada. Una risa resonó entre los altos árboles y unos ojos parecían mirarlo en la oscuridad. Con el tiempo el número de ojos aumentó y tan pronto como las nubes dejaron de cubrir la luna, el valiente guerrero pudo ver como una manda de lobos le rodeaba gruñendo fieramente.
La bestia y el hombre intercambiaban miradas esperando el primer movimiento y en decimas de segundo uno de las alimañas se abalanzó sobre a las espaldas del guerrero el cual se revolvió rápidamente lanzando la criatura contra un árbol. Por momentos la impotencia se apoderó de Ignis al no poder percibir sus atacantes en la oscuridad.
De nuevo silencio, los lobeznos esperan otro nuevo momento para atacar. Pero el héroe aguarda esta vez en silencio, controlando sus pulsaciones, agudizando el oído. Un chasquido de unas ramas a su izquierda y las pisadas en el lecho de su descanso le son suficientes para prever el siguiente ataque, en esta ocasión por dos flancos. Los lobos atacan pero de nada sirve ya que éstos son seccionados por la mitad con un rápido movimiento de Ignis con su espada.
Un aullido resuena en la zona, la manada se enfurece, pero es tarde, pues su presa ya ha agudizado sus instintos y uno tras otro caen al suelo muertos. Tan solo el líder del grupo permanece en pie. Su primer ataque es silencioso y los dientes se hunden en el hombro del hombre que al sentir el dolor deja que su espada caiga al suelo perdiéndose en la oscuridad. El lobo por su parte se oculta en las sombras una vez más dejando a su objetivo herido y perdido sin arma con la que defenderse.
El guerrero se arrastra por el suelo, indefenso y dejando caer su sangre por aquella tierra embarrada. Es esa sangre la que sirve de guía al lobezno que de nuevo vuelve al ataque colocándose encima de su presa. Sin embargo Ignis resiste y consigue con sus manos mantener el morro de la bestia cerrado. Rápidamente consigue situarse encima y rodear el cuello de la bestia con sus fuertes brazos. El lobo se revuelve violentamente, pero poco a poco pierde fuerza hasta que finalmente exhala su último aliento. La sangre sin embargo no deja de brotar y a los pocos segundos Ignis cae al suelo de aquel bosque sin conocimiento.