domingo, 9 de enero de 2011

El rincón maldito. Parte 2

Lobos

El sol se había puesto ya a esas horas. Ignis descansaba sobre su lecho fabricado con hojas del bosque. Un murmullo recorrió el lugar y rápidamente se levantó en busca del sonido en la oscuridad. El murmullo de nuevo resonó, cada vez más fuerte hasta que de golpe llegó a su oído "morirás". Ignis se volvió rápidamente con su espada desenvainada, pero allí no había nada. Una risa resonó entre los altos árboles y unos ojos parecían mirarlo en la oscuridad. Con el tiempo el número de ojos aumentó y tan pronto como las nubes dejaron de cubrir la luna, el valiente guerrero pudo ver como una manda de lobos le rodeaba gruñendo fieramente.

La bestia y el hombre intercambiaban miradas esperando el primer movimiento y en decimas de segundo uno de las alimañas se abalanzó sobre a las espaldas del guerrero el cual se revolvió rápidamente lanzando la criatura contra un árbol. Por momentos la impotencia se apoderó de Ignis al no poder percibir sus atacantes en la oscuridad.

De nuevo silencio, los lobeznos esperan otro nuevo momento para atacar. Pero el héroe aguarda esta vez en silencio, controlando sus pulsaciones, agudizando el oído. Un chasquido de unas ramas a su izquierda y las pisadas en el lecho de su descanso le son suficientes para prever el siguiente ataque, en esta ocasión por dos flancos. Los lobos atacan pero de nada sirve ya que éstos son seccionados por la mitad con un rápido movimiento de Ignis con su espada.

Un aullido resuena en la zona, la manada se enfurece, pero es tarde, pues su presa ya ha agudizado sus instintos y uno tras otro caen al suelo muertos. Tan solo el líder del grupo permanece en pie. Su primer ataque es silencioso y los dientes se hunden en el hombro del hombre que al sentir el dolor deja que su espada caiga al suelo perdiéndose en la oscuridad. El lobo por su parte se oculta en las sombras una vez más dejando a su objetivo herido y perdido sin arma con la que defenderse.

El guerrero se arrastra por el suelo, indefenso y dejando caer su sangre por aquella tierra embarrada. Es esa sangre la que sirve de guía al lobezno que de nuevo vuelve al ataque colocándose encima de su presa. Sin embargo Ignis resiste y consigue con sus manos mantener el morro de la bestia cerrado. Rápidamente consigue situarse encima y rodear el cuello de la bestia con sus fuertes brazos. El lobo se revuelve violentamente, pero poco a poco pierde fuerza hasta que finalmente exhala su último aliento. La sangre sin embargo no deja de brotar y a los pocos segundos Ignis cae al suelo de aquel bosque sin conocimiento.

No hay comentarios: