martes, 5 de mayo de 2009

EL RETRATO


Aquel retrato no era como otros muchos de la gigantesca casa. El rostro desencajado del hombre del lienzo mostraba una imagen aterradora.

Tan solo un reloj daba la hora en toda la casa y su péndulo resonaba por cada uno de los rincones dando paso al silencio. Aquella figura parecía mirarte, una mirada que te helaba la sangre. Unos ojos con una mirada perdida en una casa que parecía muerta.

Las paredes ennegrecidas por el transcurrir con el tiempo dejaban paso a las telarañas que se iban formando por todas aquellas estancias. Aquel hombre del cuadro, de rostro aterrador parecía haber vivido hace tiempo, y de hecho, lo hizo.

“Cuenta la leyenda que siglos en Grecia vivía un hombre ciego que deseaba con todas sus fuerzas poder ver el mundo con sus propios ojos. Los Dioses oyeron sus súplicas y le fue concedido su deseo a cambio de que éste usase su don para pintar un cuadro para Ellos. Pasó años sin dormir hasta que terminó el cuadro muriendo en su última pincelada debido al cansancio. Los propios Dioses se asombraron tanto con la belleza del cuadro que lo consideraron un peligro y por ello decidieron ocultar el cuadro a la vista del hombre bajo tierra”

Hacía años que aquel hombre acudió a una subasta de objetos encontrados en excavaciones de la antigua Grecia. Entre los objetos el hombre adquirió un baúl repleto de cuadros que fue colocando uno a uno por la casa. Fue al llegar al último cuando se paró a contemplarlo, la belleza era tal que quedó allí de pie horas, días y con el paso de los años fue desapareciendo hasta quedar atrapado dentro de aquel cuadro maldito.

Aquel retrato tenía la mirada de un hombre absorbido por su belleza, aquel cuadro había transformado su gran belleza en un horror producido por contemplarla sin poder apartar la vista. Y la casa sigue vacía mientras la oscuridad envuelve el retrato y un tic-tac ahoga el silencio suavemente en aquel lúgubre lugar.

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