lunes, 20 de abril de 2009

JACK EL CAZADOR


El reloj daba las once y el sonido de su anticuado mecanismo resonó en el umbral de aquella casa. Aquella casa que no era como las demás, era una casa oscura y entre sus paredes se desprendía un olor a madera mojada. Era época de verano y aun así por algún extraño motivo la madera olía como si se tratase de pleno mes de otoño. Yo avanzaba por el pasillo, las luces creaban sombras en la distancia mientras que desagradables chirridos se generaban bajo mis pies al caminar por aquella gran cabaña. Pronto llegué allí, donde estaba ocurriendo todo, aquel hombre estaba atado y el resto lo contemplaban. Un niño se acercó, era rubio y pálido, su palidez tomaba un tono aun más claro por el contraste del traje que le habían puesto. El niño de unos ocho años subió a una pequeña banqueta y lentamente se abalanzó sobre el cuello del indefenso hombre. El hombre no pudo gritar por la mordaza de la boca, solo pudo dar muestras de dolor en sus lágrimas que se deslizaron por la cara hasta fundirse con la sangre que emanaba del cuello. No pude aguantar más, y en un abrir y cerrar de ojos me encontré en medio de aquella sala con mi espada desenvainada. Pronto se hizo el silencio, el reloj dejo de sonar, y como si se hubiese parado el tiempo el viento dejo de correr en el exterior. Toda aquella gente clavo su mirada en mi, eran miradas frías, muestra de que las almas de todas esas personas por llamarlas de algún modo estaban malditas. Pronto note un fuerte dolor de cabeza y sentí que me mareaba, mi espada cayó al suelo y todo se volvió borroso.

Abrí los ojos, estaba en una gran pradera, el cielo era rojo, debía de tratarse de alguna técnica ilusoria que algunos de esos bichos solían usar cuando adquirían un gran poder. Noté que algo pasaba a mi lado pero no vía nada, sin embargo pronto pude ver que en mi brazo había una especie de corte..Note de nuevo esa sensación esta vez de frente y al rato vi como una delgada hilera de sangre se deslizaba por mi rostro. Fuese lo que fuese, se movía rápido y yo me encontraba desarmado, si quería salir vivo debía romper esa ilusión antes de que esos cortes acabasen conmigo. De nuevo otro corte esta vez más potente en la pierna que me hizo tambalearme y caer al suelo. Y fue ahí donde pude observar como aquella criatura de deslizaba a gran velocidad dejando un rastro en el movimiento de la hierba. Me incorporé y puse mis cinco sentidos en los movimientos, seguía notando aquellos cortes cada vez con más fuerza que desgarraban mi cuerpo. Y pronto lo volví a ver se dirigía a gran velocidad de frente, espere a que estuviese cerca y en ese momento me deslicé a la derecha agarrándole y haciéndole caer.

Caí al suelo de la habitación y en pocos segundos vi como al tiempo que uno de ellos salía despedido hacía un lado mi espada caía al suelo y el resto de ellos se lanzaba sobre mí. Cogí la espada y cargué contra todos ellos, uno tras otro fueron cayendo, la madera empezó a adquirir un color rojo oscuro y pronto solo quede yo y pequeño niño. Sus ojos de pronto parecían los de un pequeño cordero antes de morir, me acerqué lentamente y coloqué la espada en su cuello y cuando me disponía a decapitarlo el niño sonrió. Noté una fuerte presión a mis espaldas y en gélido aliento en mi cuello, por lo visto la transformación del hombre de la mesa duró menos de lo esperado. Me revolví como pude y según lo hacía caí al vacío por la ventana con esa cosa a mis espaldas. La oscuridad me envolvió en aquel bosque y aquel se refugió entre los árboles. De pronto salió de entre la oscuridad y un charco de sangre manchó el suelo iluminándose en el la luna, aquella criatura se encontraba atravesada de lado a lado por mi espada y su cara se había quedado petrificada mostrando sus colmillos con sed de sangre. Saqué uno de mis revólveres y disparé con el brazo restante hacía mi espalda dejando caer al suelo el cuerpo del niño que se acercaba rápidamente. Ya no quedaba ninguno vivo, el trabajo estaba hecho, por cierto, mi nombre es Jack, y me encargo de aquellos que deberían haber muerto.

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